El verode es mucho más que una simple planta. El nombre que recibe proviene del bereber prehispánico que se hablaba en Canarias hace siglos y cuenta con diversas variantes, como verol, berol o berode. Es una especie endémica de las islas Canarias, presente en las siete islas.
Desde que las Islas han estado pobladas, esta planta ha sufrido intensamente el impacto de la acción humana pero ha sabido recuperarse de una manera sorprendente a lo largo de los siglos. En este sentido, se pueden encontrar verodes en prácticamente todos los lugares del Archipiélago, tanto en ambientes urbanos como en las zonas más rurales
Es una planta todoterreno, de tallos carnosos, adaptados para acumular agua y soportar la sequía. Crece en pequeñas porciones de tierra y es apegada a sus orígenes y con visión de futuro, ya que cuenta con la peculiaridad de que conserva las hojas y frutos ya secos del año anterior, al mismo tiempo que comienzan a florecer los nuevos.
Muy ligado y apegado a las islas, ha sido elogiado por historiadores del pasado. A Viera y Clavijo le atrajo la humedad que “motiva que los tejados de las casas antiguas estén cubiertos de unos singulares bosquecillos de verodes”. Sabino Berthelot, por su parte, añadió que “los verodes en flor se espesan, como bosquecillos de árboles enanos”. El poeta Pedro García Cabrera también lo tuvo presente en su poema La Laguna: “Yo me he subido hasta aquí,/yo, verode, a los tejados,/para poner a la altura/de la ciudad todo